El Último Recuerdo

Publicado en por Liza Natalia

6gila0x.jpg(esta dividida en partes, esta es la primera)

Nombre: Anna Verónica

Apellido: Montgoover

Edad: 16

Rasgos físicos: Alta, morena, pelo largo, negro y ondulado, delgada, ojos cafés

 

Historia:

 

<Información> Yo vivía en Monterrey, N.L.. Era hija de gente pobre, y tenía 5 hermanos. Roberto, Daniel, Andrés, Marcelo, y Javier. Mi madre falleció cuando yo tenía tan solo 3 años de edad. Mis hermanos ya tenían más de 15 para entonces. Me la pasaba en la casa, ya que mi papá no tenía dinero suficiente para pagarme la escuela. Me encantaba leer y escribir.

 

<Suceso; Parte 1> Un día lluvioso, mi padre me encargó que fuera a la farmacia a buscar un medicamento para mí hermano mayor, Andrés, que estaba enfermo. No tenía paraguas ni nada con que taparme, ya que la lluvia estaba muy fuerte. Pero igual, salí y corrí hacia la farmacia.

Pisé muchos charcos de lodo y tropecé encima de una botella de vidrio. Al caer, había puesto mis manos, y ahora estaban todas cubiertas de  cortadas y sangre. No me importó, solo seguí adelante. No podía parar sabiendo que Andrés estaba muy mal.

Al llegar me di cuenta de que el dinero se me había caído. Me asusté, no sólo pensando en el regaño de mi padre, no sólo pensando en la tremenda lluvia que cada vez era peor, sino pensando en que Andrés podría empeorar.

Salí corriendo de la tienda, buscando el billete de 50 pesos que mi padre me había dado. Regresé al lugar donde me había tropezado pero no había nada, así que decidí regresar a la casa.

Me puse a pensar en el terrible regaño de mi padre, el haber perdido todo el dinero que había ganado el día de hoy, me iba a ir como en feria. Dejé de pensar en eso, en cuanto sentí que alguien me estaba siguiendo. No quise voltear a ver si era verdad, tenía tanto miedo de que algo malo pasara. Después de unos instantes, empecé a desesperarme, así que decidí voltearme, y luego me arrepentí de haberlo echo.

Un hombre grande, fuerte, con el cabello negro, vestido con unos jeans negros agujerados y una camisa blanca, casi negra de lo sucia que estaba, se paró detrás de mí al mismo tiempo que yo. Empecé a temblar y el hombre se empezó a reír. Quería correr, pero mis pies no respondían, y al siguiente momento, estaba en el piso. Me había caído de lo débil que me sentía, y las manos me empezaron a arder por las cortadas que tenía.

El hombre me miró, y luego miró mis manos. Su mirada se quedó clavada en ellas, hasta que de pronto, su mirada se encontró con la mía. En su cara había una sonrisa malévola, y me asustó tanto, que de pronto, mis piernas respondieron, y di un salto para pararme y ponerme a correr. Pero al momento que me di media vuelta, el hombre me había agarrado del brazo y me volvió a tirar al suelo. Empecé a gritar, pero luego éste me tapó la boca y me agarró en sus brazos. Traté de zafarme, pero era casi imposible. De pronto, me sentí más calmada, bueno, más bien, me sentí más débil. Traté de seguir luchando, pero ya ninguna parte de mi cuerpo respondía, y después de unos momentos, quedé dormida.

Desperté en un lugar muy frío. Estaba atada en una silla, y bajo un techo lleno de goteras. Mis manos tenían unas vendas, y mi pelo estaba recogido con una liga. No tenía mis zapatos, y los jeans que tenía junto con mi blusa, habían sido reemplazados con un vestido muy corto, de color azul.

Traté de desatarme, pero era inútil. Una voz se oyó de pronto en la otra habitación. Se estaba riendo. Luego, un hombre, muy distinto al que había visto, con el cabello rubio, vestido con un traje negro y sin zapatos, entró al cuarto.

No me había dado cuenta donde estaba. El lugar era como el cuarto de una niña. Había una cama, un escritorio y un espejo encima de un mueble de madera.

El hombre se acercó y me agarró la cara, levantándola para poder verlo. Su cara parecía simpática, pero tenebrosa al mismo tiempo. –Llegó la hora – pronunció las palabras como si le estuviera hablando a una niña de 5 años.

-¿La hora de que?- pregunté incrédula.

El hombre no contestó. Me desató de las sillas, pero mis manos seguían amarradas. Me levantó con sus brazos como si fuera un bebé y me llevó al cuarto de a lado.

Había muchas camas, todas del mismo color. Gris. El cuarto era redondo, y las camas estaban por toda la orilla. En medio de todo, había una puerta. Era como si en medio del cuarto hubiera un tubo gigante y tan grueso como para que fuera una habitación. La puerta era de madera, y en la entrada estaba un tapete con letras en un idioma que no conocía. No había ventanas, y la única puerta que había, aparte de la de en medio, era por la cual habíamos entrado.

El hombre me colocó en una cama y me desató las manos. Me quería levantar y salir corriendo, pero me sentía tan cansada que me quedé ahí acostada. Cuando el hombre se empezó a alejar, vi como unas paredes de plástico transparentes se levantaban alrededor de mi cama. Creí que me iba a ahogar, ya que la pared llegó hasta el techo, pero luego vi como unos agujeros por donde corría aire, se abrían del techo.

Me puse a pesar en mi padre, en mis hermanos, en Andrés. ¿Cómo estarán? No podía dejar de pensar en como se veía Andrés la última vez que lo vi. Quería, tenía, que salir de aquí, pero no sabía como. Después de unas horas, me quedé dormida.

Cuando desperté, habían dos chicas más en las camas de a lado. Una estaba tan asustada que parecía que le daría un infarto. La otra estaba dormida. En eso, oí un ruido, y vi como se abría la puerta por donde había entrado. El mismo hombre que me había traído a esta cama, traía a otra chica en sus brazos. Vi como la recostaba en una cama y como la chica no se podía mover. Luego lo vi alejarse mientras una pared como la mía, se levantaba alrededor de la cama de esa chica.

No me había fijado, hasta entonces, que cada pared tenía una marca, grabada en la parte de abajo, en un cuadro, que decía “Drool”. No tenía ni la menor idea de que significaba, pero no me importó, tenía que encontrar una manera de salir de aquí.

De repente, vi como un humo se extendía por mi lugar y por el lugar de todas las demás. Vi como cada una iba cayendo, no se si dormidas o muertas, pero traté no de respirar. Mis esfuerzos fueron inútiles, y caí en mi cama sin saber si volvería a despertar.

Para mi sorpresa, si desperté, solo que esta vez, todas las camas estaban ocupadas por chicas casi de la misma edad. 16. Me puse a mirar a cada una de ellas, y vi que todas teníamos el mismo vestido, solo que de diferentes colores. Luego, el hombre que había traído a todas nosotras a este lugar, entró al cuarto, pero esta vez, por la puerta de en medio.

Un chico, muy pero muy guapo, salió detrás de él. Era alto, parecía de 17 o 18 años. Tenía el cabello negro, ojos verdes, y su cara parecía la de un ángel. Tenía la cabeza agachada, y cuando la alzó, se encontró con mis ojos.

Su cara estaba llena de pena, de arrepentimiento, de dolor. Se me quedó mirando un buen rato, hasta que otros dos chicos como de la misma edad, también muy guapos pero no tanto como él, le golpearon el hombro para que viera al hombre alto que nos había secuestrado.

Los otros dos chicos parecían fascinados con lo que veían. Como si se hubieran sacado la lotería.

-¿En serio tenemos que escoger?- dijo el mas fascinado de todos

El hombre asintió con la cabeza.

El chico más guapo, el que se me había quedado mirando, me volvió a ver, mientras que los otros dos observaban a todas las demás chicas.

-No quiero escoger- dijo –no de nuevo.

El hombre se le quedó mirando, y luego miró hacia donde yo estaba.

-Bueno, te quedarás con la número 1- dijo

Me cara se volvió tensa, pensando a que se refería con “te quedarás”. El chico dejó de verme, sacudió su cabeza, y se metió al cuarto de en medio.

De pronto, empecé a sentir movimiento, y luego me di cuenta de que la cama se estaba moviendo para abajo. Cuando por fin paró, y yo me encontraba completamente abajo, se cerró el agujero por donde había bajado y todo se oscureció.

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Después de unos segundos, sentí unas manos acariciando mi cara. Luego, sentí otras manos, amarrándome las mías por detrás de mi con una cuerda. Empecé a moverme, pero una vez más, era inútil. Tenía que darme por vencida con mis intentos por escapar.

Luego, una luz se encendió, y vi al chico guapo que había visto arriba, con su mano en mi mejilla. Me quedé paralizada, y luego vi la cara de tristeza que mostraba aquel chico.

-¿Dónde estoy?- dije con una voz que casi no se oía.

El chico solamente sacudió su cabeza de un lado a otro y después de unos segundos, unas lágrimas salieron de sus ojos.

-¿Qué pasa?- le dije, esta vez con una voz mas firme

El chico se secó las lágrimas, un poco avergonzado, y se levantó.

-¿Me vas a contestar?- le grité

-No- dijo el chico, muy firmemente pero a la vez, muy educadamente.

No supe que decir, así que traté de levantarme, pero con mis manos atadas, solo logré caerme de la cama.

El chico se rió y volvió a sacudir la cabeza.

-No le veo la gracia- le dije

Éste sólo regresó hacia donde yo estaba, me cargó con sus brazos, y me recostó en la cama. Se sentó a mi lado, y me acarició el cabello.

-No me toques- le exigí.

Se volvió a reír, pero me soltó.

De pronto su cara volvió a ser de dolor, y aunque sabía que en verdad no quería que me tocara, acarició de nuevo mis mejillas y me trató de sonreír. Yo no quise decirle nada, ya que era tan hermoso ese chico, que a mi me causaba tristeza el sólo verlo así. Le devolví la sonrisa y éste se empezó a reír de nuevo.

En verdad, yo no le veía la gracia, y cuando él se dio cuenta, se calló.

-Soy Christopher- su voz sonaba tan hermosa, tan hermosa como su cara, que podía haberme desmayado.

-Aja, con que por fin decides hablar- le contesté.

Él se rió y me besó en el cachete.

-¿Y tú como te llamas?

No le contesté.

-Mira ahora quien no quiere hablar.

Lo miré con cara de fastidiada y se volvió a reír.

-Deja de reírte- le dije- ¡Me tienes secuestrada y lo único que haces es reírte!

Su cara de tristeza volvió, y muy rápidamente me arrepentí de haber dicho lo que dije.

-Lo siento-dijimos los dos.

-¿Tú por qué lo sientes? ¡Mira como te tengo, y tú te disculpas!-me gritó

-Pues…te hice triste- le dije, otra vez arrepintiéndome de mis palabras, ya que parecían de una niña de tres años.

Él me sonrió y me volvió a acariciar la mejilla.

-Eres tan…hermosa

Yo me sonrojé y me mordí los labios. ¿Hermosa? ¿Yo? ¡JA!

Las ultimas palabras, aunque solamente las pensé, parecía que las había gritado, por como Christopher había reaccionado.

-Hablo en serio- me dijo- la mas hermosa que jamás haya visto…por eso me quedé viéndote allá arriba.

Me volví a sonrojar y éste se volvió a reír.

-Soy Anna-le dije- Ana Verónica.

-Mucho gusto- me dijo, estirándome la mano, y luego retirándola cuando se acordó que yo las tenía amarradas. Se empezó a reír.

-¿Me podrías desamarrar?-le dije

Su risa paró y me contestó –No.

Lo miré enojada y éste volvió a hablar al ver mi cara.

-Si te desamarro, te escaparás, y si te escapas, te encontrarán y te matarán, y a mi, me golpearán. Mejor quédate así.

Lo miré confundida, y de pronto, Christopher me hizo a un lado y se acostó junto a mí. No se, pero creo que me volví a sonrojar.

Él pasó su brazo por encima de mi cabeza alcanzando mi otro hombro, tratando de abrazarme. Yo traté de zafarme, y volví a caerme de la cama.

-¿Podrías dejar de moverte?- me dijo con voz severa, pero luego se calló al ver mis manos llenas de cortadas y de sangre.

Sus ojos de pronto mostraron preocupación, y fue rápido hacia mí, cargándome y acurrucándome en sus brazos.

-No soy una bebé- le dije furiosa- Y las cortadas, no son nada, déjame ya.

Él no me hizo caso, pareció como si nunca hubiera hablado, y me besó en la cabeza.

-¿Podrías explicarme de una vez por todas, que es todo esto?- le dije, esta vez gritando.

Él suspiró y me miró.

-Está bien- suspiró, y se sentó en la cama, sentándome en sus rodillas.-Mi tío, el hombre rubio que viste allá arriba, ¿lo recuerdas?- asentí con la cabeza –Bueno, pues él ha estado tratando de encontrarme a mi y a mis hermanos una pareja. Trae a muchas chicas, las viste igual y nos las muestra. Nosotros tenemos que escoger, pero ya estaba arto de todas las veces…-le interrumpí

-¿TODAS las veces? ¿Cuántas veces ha pasado esto?

Él se encogió de hombros, y fingió no haberme escuchado.

-No quería escoger de nuevo, y cuando te vi, sentí una atracción hacia a ti que nunca había sentido por nadie, y no quería lastimarte, no quería quitarte tu vida, pero por lo visto no pude esconder bien mis sentimientos, y ahora estás aquí conmigo.

-¿A que te refieres con lastimarme?- le dije casi sin aliento.

Él suspiró como si estuviera a punto de decirle a alguien que su perro murió.

-Mi padre, las califica, después de haber escogido, y si decide que no son suficientemente buenas….las mata.

Mi corazón empezó a latir más fuerte y luego tuve que preguntar.

-¿Y que pasa si sí son suficientemente buenas?

Volvió a suspirar, esta vez más débil.

-No las deja ir.

Me quedé pensando por un largo tiempo, hasta que él se desesperó suficiente y agarró mi cara para que lo volteara a ver. Unas lágrimas salieron de sus ojos.

-Lo siento- fue lo único que logró pronunciar.

No sentí miedo, ni rencor, mas bien lástima por aquel chico. Me acerqué a él y lo besé en el cachete. Él me miró sorprendido y me sonrió. Al siguiente momento, mis manos estaban desatadas, y él se encontraba otra vez recostado en la cama, con un brazo diciendo que me acostara yo también.

Pensé en escapar, esta sería mi oportunidad, pero luego volteé a ver a Christopher, con sus ojos verdes y su pelo tan hermoso, y me acosté a su lado, abrazándolo con mis manos y luego manchándolo accidentalmente con la sangre de mis cortadas. No le importó, y también me abrazó y me besó en la frente.

-Lo siento- repitió

-Deja de disculparte o esta vez no te perdonaré

-Entonces no me perdones, no me lo merezco

-No, no es tu culpa

-Si lo es, y lo sabes

Rodeé mis ojos, apoyé mi cabeza en su pecho y me quedé dormida.  

Cuando desperté, estaba en otra habitación. Ya no tenía el vestido azul de la vez pasada, tenía una bata de pijama. Me levanté tratando de recordar lo que había pasado. En eso, Christopher entró por la puerta con un plato de comida. No me había dado cuenta del hambre que tenía. Él vio la expresión en mi cara de hambre, y se apresuró a pasarme el plato. Comí como si no hubiera comido nada en meses. Luego recordé lo que tanto me había estado preocupando el día anterior. La medicina de Andrés.

-Mi hermano…enfermo…. medicina y…debo…necesito…

Christopher me calló. –Supimos a lo que ibas a la farmacia, y ya mandamos la medicina a tu casa. Uno de los hombres que trabajan aquí fue a asegurarse de que tu hermano estuviera bien, y ya esta mejor, ahora todos están preocupados por ti, nada mas saben que mandaste la medicina, pero no saben donde estás…

Mi cara lo traumó.

-Lo siento- repitió, avergonzado, triste.

Puse una cara enojada, pero al parecer fue más cómica que enojada puesto que Christopher se atacó de la risa.

-Ya no te perdono-le dije

-Bien echo

-Te vas a arrepentir

-Ya lo estoy

Le sonreí y lo abracé.

-Que fácil eres de convencer- me dijo- que rápido te encariñaste conmigo- sonrió

-Bueno pues eres demasiado lindo conmigo y no es tu culpa, así que no tengo razón para estar enojada contigo, me dijiste la verdad, y pues te quiero ayudar.

-¿Ayudar te refieres a quedarte el resto de tu vida conmigo o morir?

-Algo así, ya no te preocupes ni te sientas mal.

Su cara se volvió seria.

-No es justo, no te quiero obligar, no, no puedo sentirme bien sabiendo lo que te estoy haciendo.

-Haber, si no, dime que quieres que haga.

-Hazte la difícil, patéame, grítame, dime lo peor que se te pueda ocurrir…así tal vez me sentiré un poco mejor.

-Pues que lastima

En eso, el hombre alto y rubio, el tío de Christopher, entró al cuarto y se dirigió hacia nosotros. Sacó un aparato de su bolsillo, y me agarró del brazo. Me levantó del sillón donde me había sentado a comer, y me tiró boca abajo en la cama. Me alarmé ya que no sabía que iba a hacer, y luego éste agarró mi pie, y amarró a él un artefacto raro con un montón de botones y luego se fue.

Me levanté, miré a Christopher, y él me respondió con una sonrisa avergonzada.

-Siempre lo hacen. Una vez que las desatamos, les ponen un rastreador por si acaso se quieren escapar…

Se puso triste de nuevo

-Deja de ponerte triste- le dije

-¿Pues que quieres que haga?

-No lo se, sólo, no te pongas así

Trató de sonreír, pero fracasó.

Me acerqué a él y me senté en sus rodillas. Él pasó su brazo por mi cintura, y apoyó su cabeza en mi hombro.

-Esto no tiene sentido, deberías estar enojada y tratando de escaparte.- me dijo

-Bueno, lo que no tiene sentido es que lo creas o no, ya lo e intentado, y todas las veces e fracasado, así que me rendí.

Él medio sonrió

-¿Te puedo hacer una pregunta?- le dije

-Depende

Suspiré, y continué.

-¿Como las escogen?

Él me miró con cara de que no tenía ni la menor idea de que estaba hablando.

-Me refiero a que, a las chicas, ¿las escogen al azar? ¿Escogen las primeras que se les atraviesen? ¿O como?

-Esas fueron más de una

-Sólo contesta

-Bueno, bueno, pues no se, yo solo aparezco cuando ya las tienen en el cuarto, no se si las escogen al azar o no.

-Hm.…

-¿Qué?

-No nada

Me miró curioso, luego me levantó de sus rodillas y me cargó de nuevo en sus brazos, como si fuera un bebé.

Me recostó en la cama, y luego salió de la habitación.

-¿A dónde vas?- le grité pero ya había cerrado la puerta.

Me quedé pensando en si él tenía razón. Obviamente la tenía, pero, ¿acaso eso cambiaba algo? ¿Intentaría escapar? Debería, pero mi corazón me decía que me quedara. Vi la culpabilidad en la cara de Christopher, a él no le gustaba esto mas que a mi. Yo sabía que si fuera por él, me dejaría ir, a mí y a todas las demás. Pero sabía que si lo hacía, todas terminaríamos muertas y a él le harían algo mucho peor.

No quería que sufriera, aunque apenas y lo conocía. Verlo llorar era como ver a un ángel llorar. No podías soportarlo, y tenías que hacer algo para que parara.

Además, no me haría daño quedarme. Me enamoré de Christopher desde que lo vi por primera vez. Pero, ¿me aceptaría su padre? Era ridículo lo que él hacía. Calificar. ¿Qué rayos le pasa a ese hombre? Está completamente loco. Y aparte, cuando cada quien escogía a alguien, ¿qué hacían con las demás? ¿Las liberaban? ¿Las mataban? ¿Qué les hacían?  

En eso, Christopher entró de nuevo al cuarto, con un vestido azul en las manos. Era muy distinto al que traía puesto el día anterior, y estaba hermoso. No tenía mangas, era corto, y la parte de abajo del vestido tenía unos diamantes celestes. Encima del vestido, estaban los zapatos mas hermosos que jamás había visto, y en eso me di cuenta de que no traía ningunos zapatos puestos. Volteé a ver los pies de Christopher y estaba descalzo.

-¿Por qué nadie tiene puestos zapatos?- le pregunté.

Se rió.

-Hablo en serio, dime

Suspiró, se acercó a la cama, dejó el vestido en una mesa que estaba por ahí cerca, y se sentó a mi lado. Acarició mis mejillas con sus suaves manos y me sonrió.

-Me he hecho la misma pregunta un millón de veces. ¿Te digo?

Asentí.

-No lo se- y se empezó a reír.

Le di una sonrisa insatisfecha y le pregunté.

-¿Y esto?- señalé el vestido junto con los zapatos.

-Ah, bueno, hoy vamos a salir al parque. Bueno, no exactamente salir.

Le di una mirada confusa.

-Aquí tenemos varios pisos, el de mero arriba, es un parque. El que está antes, es un cuarto, donde está uno de mis hermanos. Luego otro cuarto igual donde está mi otro hermano, y luego el lugar donde estabas ayer, el cuarto con todas las camas. Luego obviamente esta este cuarto y debajo de nosotros está la cocina, la sala y mero abajo, el cuarto de mi padre.

Lo miré boca abierta y luego de darme cuenta de mi expresión, la cerré.

Él se rió y me agarró el pelo. Empezó a quitarme la liga que traía puesta en el cabello y me lo soltó. No me había dado cuenta de la liga que traía en mi cabeza, hasta que él me la quitó.

-Vístete- me dijo –veremos a los demás allá arriba.

Asentí con la cabeza y el se paró y salió del cuarto.

Examiné el vestido. Mis ojos no creían lo que veían. Rápidamente me cambié y agarré un cepillo que estaba en el peinador. En eso, Christopher volvió a entrar, apenado por no haber tocado la puerta, pero luego aliviado de que yo haya terminado de cambiarme.

Le sonreí y el me devolvió una sonrisa. Se acercó a mí, pasó una mano por mi cintura y me besó en el cachete.

-Parecemos novios-le dije apenada

-Eso se supone que eres- me dijo él todavía más apenado -mi novia.

Dejé de mirarlo y me seguí cepillando el cabello.

Salimos después de unos minutos y entramos por una puerta parecida a la que había visto el día anterior en el cuarto donde me tenían a mí y a muchas otras chicas. Supuse que llevaban al mismo lugar. Una especie de elevador o algo por el estilo.

Christopher seguía con su brazo alrededor de mi cintura. Apoyó su cabeza encima de la mía y me sonrojé. No lo vi, pero estoy segura que se rió.

Entramos al elevador y pasaron unos cuantos segundos antes de que la puerta se volviera a abrir. Cuando llegamos, me quedé asombrada con lo que mis ojos veían.

No era para nada como los parques que había visto. El pasto brillaba de lo verde que estaba. Había flores por todos lados y unos árboles gigantes y tan hermosos que parecían de mentira. Había un camino que llevaba al centro del lugar, y en el centro había tres bancas pintadas de color blanco. Dos de las bancas ya estaban ocupadas por dos chicos y dos chicas. Los chicos parecían disfrutarlo, pero las chicas tenían el terror marcado en la cara.

Todos se nos quedaron mirando a Christopher y a mí en cuanto empezamos a caminar hacia la tercer banca. Me miraban a mí y luego a la mano de Christopher en mi cintura. Miraban lo tranquila que yo estaba y lo feliz que Christopher se veía. Era aún más hermoso con esa sonrisa en su cara.

Nos sentamos en la banca, y luego vi que las chicas que estaban con los hermanos de Christopher no se habían cambiado de ropa.

-¿Cómo le hiciste para que te hiciera caso?- oí a uno de los hermanos de Christopher decirle.

-Aléjate John- le contestó

John me volteó a ver y me sonrió.

-Hola, soy John, ¿Cómo te llamas?- me dijo amablemente

Me quedé paralizada sin saber si contestarle o no, y en eso Christopher interrumpió.

-Déjala en paz- le gritó a John

-¡No le he hecho nada!

-¡La traumaste con tu cara!

Una risa salió de mí.

John me miró enojado y luego miró a Christopher, quien tenía una sonrisa de victoria. Se alejó lentamente y en eso hablé.

-Me llamo Anna- grité

John rápidamente se volteó para verme y vi que en su cara había una sonrisa malvada.

-Hm.…mucho gusto Anna- contestó

-Igualmente

Christopher nos miró, no parecía triste ni enojado, un poco furioso pero la mejor palabra para describirlo era “celoso”.

Sentí como una sonrisa se formaba en mi cara.

John sonrió también y luego volteó a ver a Christopher.

-Celoso- le gritó

-No estoy celoso- contestó Christopher

-Bueno, en ese caso, Anna, ¿podemos cambiar de parejas un rato? Quisiera conocerte un poco mejor.

Mi cara debió haberlo asustado por como rápidamente reaccionó, mientras Christopher me agarraba más fuertemente.

-Solo quiero tu amistad- aclaró –Es una lastima que no podamos cambiar de parejas.

Las manos de Christopher se calmaron un poco, pero no me soltaron.

-Vamos Chris, no seas egoísta.

-¡¿Cómo que egoísta?!...¡Las mujeres no son para compartir!... ¡¿Que rayos te pasa?!

-Relájate hermano, era broma.

No me había dado cuenta que las manos de Christopher me estaban aplastando cada vez mas. Los oídos de Christopher no parecieron escuchar las palabras de John ya que éste no me soltó.

-Anda Christopher, no creo que pase nada- le dije

Él me miró, yo le dirigí una sonrisa que al parecer le dio seguridad y me sonrió de nuevo. Me soltó después de que me besó en el cachete.

Todos se nos quedaron viendo, y yo me sonrojé. John soltó una risita mientras me alejaba de Christopher para hablar con él. La chica que estaba en la banca junto a John, se fue a sentar junto a Christopher. Estaba completamente segura de que no fue por su propia voluntad.

Al llegar a la banca donde John se sentaba, él me dirigió una sonrisa aterradora y me dijo con la mano, que tomara asiento.

-Entonces…-me dijo en un suspiro. Levantó las manos como para estirarse y colocó una detrás de mí, en la banca.

-Entonces…-le pregunté un poco incomoda con su mano.

Se rió

-¿Qué es tan gracioso?- le exigí aprovechando el momento para pararme.

-No nada linda.-me contestó en tono de burla

-No me llames así.- le demandé

-Como quieras…

Su risa paró y en su cara había amargura. Me volví a sentar en la banca, esta vez mas alejada de él.

Levantó una ceja, y me miró. Una sonrisa de compasión cruzó por su cara y no lo pude evitar, le sonreí de vuelta.

No me había dado cuenta de que Christopher nos estaba vigilando, pero debí suponerlo. En cuanto le sonreí a John, Christopher ya estaba enfrente de nosotros, furioso. Me sorprendió, y me pregunto que cara debí haber tenido cuando le sonreí a John.

Me levanté rápidamente y agarré la mano de Christopher. Él me la soltó. Le di una mirada enojada, y me fui. Sabía que no llegaría a ningún lado, ya que tenía puesto el maldito rastreador, pero con tal de alejarme un poco…no me haría daño.

Como lo imaginé, éste me siguió por detrás y la chica que estaba junto a Christopher se levantó, como para consolarlo. Que ridículo.

-Lo siento- me gritó. No me había dado cuenta de que había parado de seguirme. Me volteé para verlo.

-¿Cuántas veces te tengo que decir que dejes de disculparte?- le dije

El sonrió.

-Tantas veces como puedas.

Le sonreí de vuelta.

Sabía que todos nos estaban mirando, pero no me importó. Yo sabía lo que sentía por Christopher, sabía que estaba completamente enamorada de él. Y se supone que era un secreto, pero creo que mi cara me delató.

Se empezó a reír, y después de unos segundos me di cuenta de que estaba roja como tomate.

Mi cara se volvió tensa, y éste se rió más. Me imaginé la cara de los demás. Los pensamientos de los demás: “¿Qué les pasa? ¿Están locos? Blah blah blah”. Pero al voltear a verlos, vi la misma felicidad que veía en los ojos de Christopher. Debían estar feliz por él, parecía que me aceptaban, solo faltaba a ver que decía su padre.

Al siguiente momento, Christopher estaba a mi lado, agarrando mi mano. Lo miré un poco confusa, pero él me lanzó una sonrisa más amplia, mostrando sus dientes blancos y perfectos.

En eso, sus manos parecían que me iban a tirar al suelo, pero en eso, Christopher me sujetó con un brazo. Estaba medio acostada en su brazo, y sentía que en algún momento me iba a caer, pero dejé de preocuparme de eso, cuando sus labios tocaron los míos.

Mi mundo se llenó de estrellas, y me corazón latía cada vez más rápido. Fue mi primer beso. Me los había imaginado tantas veces, pero eso no se compraba nada con lo que sentí.

Todo me daba vueltas, pero no me sentía mareada. Estaba fascinada. No se si salió bien, ya que me imagino que él tenía experiencia con esto, pero yo no.

Cuando sus labios se despegaron de los míos, me volví a encontrar con su hermosa cara. El momento era tan bueno, tan perfecto. Luego, Christopher me agarró con ambas manos, cargándome. Me besó en el cachete, y nos metimos al edificio.

Me llevó al cuarto donde estábamos antes de ir al parque. Me recostó en la cama y se sentó a mi lado.

-¿En que piensas?- me dijo

No le contesté.

-Anda, dime- me rogó

Suspiré.

-Me preguntaba si tu papá me aceptaría- le dije un poco apenada

Se rió

-No te preocupes, sé que lo hará. Y además, si no lo hace, no tienes porque preocuparte, no dejaré que te haga daño.

-No es eso lo que me preocupa- le confesé

-Entonces ¿que pasa, linda?

-Es que, quiero estar contigo. No me importa que me lastimen, ni siquiera había pensado en eso, lo había olvidado por completo. Temo no volver a verte.

Christopher me levantó y me abrazó.

-No te preocupes Anna, si no te acepta, no planeo quedarme. Nos fugaremos, tú y yo.

Una sonrisa apareció en su cara, pero se desvaneció cuando vio que yo no respondía.

-¿Qué pasa?

-No quiero apartarte de tu familia.

Se empezó a reír.

-No le veo lo chistoso.-le dije

Él dejó de reirse, pero conservó la sonrisa.

-Es que mi padre quiere que me vaya es su mayor deseo. Yo y todos mis hermanos. Mi papá no quiere lidiar con nosotros. Por eso nos busca parejas, para que nos larguemos de aquí.

-Entonces ¿porque no escoge a la primera chica que encuentre?

-Porque aunque no nos quiera en la casa, sigue siendo nuestro padre, sí nos quiere, y quiere que tengamos a la chica perfecta y… matar a las demás…

Mi cara se llenó de terror. De pronto la alegría se fue.

-Se que es horrible, pero no hay nada que pueda hacer. Todas las chicas con las que me emparejaban. Yo siempre le decía a mi padre que me gustaban, para que no las matara. Pero esta vez, esta vez es diferente. Al principio planeaba hacer lo mismo, pero te vi, y por fin me enamoré. Por ti siento algo que nunca había sentido por nadie.

Unas lágrimas empezaron a salir de mis ojos, y él me abrazó más fuerte hasta que me quedé dormida.

Recuerdo las últimas palabras que me dijo antes de que cayera… “Te amo”.

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F
<br /> aaww qe hermosa historia :´)<br /> <br /> me facino<br /> <br /> <br />
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C
hello<br /> liz me facina esta historia espero y cumplas y pongas la segunda parte<br /> me alegro que te allas decidido a creear el blog<br /> y bueno ya sabes simplemente me gusta tus historias <br /> y am.... yo quiero final feliz ^^<br /> bueno te dejo bye
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